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N O V E D A D E S

º¡Capítulo 26!

ºNuevo relato corto: Senderos del destino.



domingo, 11 de noviembre de 2012

Capítulo 3

El aterrizaje


Lo único que recuerdo del impacto fue que todo el submarino tembló agitada y brutalmente. Habíamos chocado por fin contra el diabólico iceberg. Pero no entró agua, el submarino no fue dañado sino que, de manera insólita, fue el iceberg el que se agujereó.
La caída fue tan violenta que choqué contra los mandos y noté cómo me empezaban a sangrar la cabeza y las manos…sí, sobretodo la cabeza, notaba cómo la sangre caliente me descendía por mi frente. Cerré los ojos para no ver más. No me cuestionaba por qué el iceberg se rompió, sólo sé lo que vi. Empezaba a sentir un dolor notable que me penetraba en el cuerpo, no supe la causa, sólo que iba aumentando desmesuradamente. Se estaba haciendo insoportable, aunque no diera muestras físicas de ello, puesto que estaba inmóvil. Sentí fuego en mi interior, como si me estuvieran quemando. Sentí dolor. Sentí agobio. Quería morir ya, quería que todo acabara… la cabeza me dolía hasta aullar de dolor. Grité y grité, aunque nadie podía oírme.
Grité y grité, aún y siendo la única consciente.

Llegado a un punto insufrible, afortunadamente, perdí el conocimiento.


                                                                * * *


La luz del sol me despertó. Intenté abrir los ojos. Los párpados me pesaban como el plomo. Me encontraba en
una espaciosa habitación con ventanas grandes y blancas, a través de las cuales se divisaba un extraño paisaje que parecía una playa larguísima. Deduje que debía estar en un piso muy elevado porque casi podía ver los dos extremos.
Me incorporé con cuidado. Sentí entumecidas muchas partes del cuerpo y en algunas aún sentía dolor. Estaba tan desorientada que no me di cuenta que tenía una persona completamente desconocida sentada a mi lado.
-Así que ya estás despierta. ¿Cómo te encuentras? Apuesto a que era la primera vez que conducías un submarino, ¿verdad? - dijo el desconocido, un hombre, sonriente. Tenía una voz muy agradable.
-¿Quién... - dije tartamudeando - ... quién es usted?

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