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N O V E D A D E S

º¡Capítulo 26!

ºNuevo relato corto: Senderos del destino.



jueves, 28 de febrero de 2013

Capítulo 23

Shock

Se trataba de un hombre de mirada prudente y perspicaz, con unos labios secos y tez blanquecina. Su postura era autoritaria e inspiraba respeto, supongo porque su puesto lo requería. Me invadieron tantas ganas de escuchar lo que tenía que decir que callé inmediatamente, y Jace también.
Puede que fuera otra persona significativa, como Anelisse o Galadryel, Max y Markson, importante en la política, ya que, pensándolo bien, estábamos rodeados de políticos. Tal vez todos ellos habían sido importantes algún día en la historia de Crystalraise.
Antes de que el hombre, que vestía con un elegante traje verde oscuro, empezara a hablar, me di cuenta de que ni de mucho Will había satisfecho todas mis preguntas; ese era mi momento, sólo debía tener un poco de paciencia y esperar mi turno.
-Bienvenidos todos a la I reunión de sucesos extraños en Crystalraise. –El hombre importante empezó a discursar, su voz era fría y rígida-. Debatiremos qué sucedió exactamente con el escudo e intentaremos darle solución. Empecemos por la descripción de los hechos e intentemos constatarlos.
Me tocó a mí hablar primero porque fui la única que sobreviví al misterioso ataque que dejó a los demás inconscientes. Me pidieron muchos detalles, pero no me fue fácil dárselos: recordar qué ocurrió exactamente fue dura tarea y me costó distinguir la realidad de lo que imaginé.
Recordaba nítidamente la visión del iceberg acercándose –y eso sí era real, los hechos lo demostraban-, así que la describí tan detalladamente como pude; pero cuando chocamos contra Crystalraise, la ficción y la realidad se mezclaron y esta última empezó a distorsionarse.
Había visto el fuego con mis propios ojos y lo había sentido devorar mis venas, pero también era consciente que no puede aparecer un fuego tan enorme como ese de la nada, encima estando rodeados de agua… y encima, sin rastros de ninguna quemadura al despertarme.
Así que omití ese detalle y decidí contárselo a Max o a Jace más tarde. No confiaba en esos desconocidos, sobretodo en algunos que me miraban calculadoramente. Me incomodaba que todas las miradas en esa sala (que eran muchas) estuvieran puestas sobre mí.
Pero una vez concluido mi relato, me sentí más a gusto. Escuché con atención cada una de las versiones de los demás tripulantes; aunque tuvieran inicios distintos (“estaba leyendo cuando…”, “creo que estudié un rato…”), todas acababan igual: de repente, se habían despertado en un hospital sin siquiera recordar cuándo se habían dormido.
Pero en el caso de Peter la historia fue diferente:
-La juventud nos podría haber salvado, ya que… ya que no tenemos personalidad y… no, aún no… -aunque su mirada era perdida, como siempre, su voz también siempre me fascinaba.
Emitía la consciencia y sabiduría que no transmitía su expresión incoherente, pero yo siempre creía lo que me decía, aún y sabiendo que probablemente estuviera loco. Pero no podía ignorar una vocecita interna que me susurraba que lo que Peter decía no era nunca un disparate.

Después llegó el turno de las preguntas, que no logró satisfacerme, porque no a todas se les dio respuesta.
Supe que, geográficamente, estábamos a miles y miles de metros bajo el Caribe; que el científico se las había arreglado para que la presión atmosférica no resultase un problema; que las estaciones eran las mismas y el año tenía también trescientos sesenta y cinco días, aunque los meses eran distintos: tenían veintiocho, treinta y treinta y un días como los nuestros, pero sus semanas tenían diez, así que cada mes tenía tres semanas. ¡Y yo que pensaba que las semanas eran largas!
Y los días se llamaban así: Monday –día de la Luna-, Tuesday –día de Tiw, el dios germánico de la guerra-, Wednesday –día de Odín/Woden, el dios de la sabiduría, la vida y la muerte-, Thursday –día de Thor, el dios del rayo y trueno-, Friday –día de Frigg, la diosa de la belleza-, Baldday –día de Baldr, el dios de la gentileza-, Brigday –día de Bragi, el dios de la sabiduría y la elocuencia-, Forseday –el día de Forseti, el dios de la concordia y la vamistad-, Saturday –día de Shabat, descanso – y Sunday –día del Sol.
Por lo que descubrí, y aún no sabía, los nombres de los días en inglés tenían raíces germánicas y, sin embargo, en los días españoles los dioses eran romanos, no nórdicos.
Una semana nuestra era su semana lectiva y tenían tres días de fin de semana.
Todas las preguntas más o menos científicas , pero las cuestiones más inexplicables también sorprendieron al Consejo.
-En realidad –explicó un hombre llamado Julius- pensamos que vosotros nos aclararíais un poco el asunto para poder deducir por qué os desmayásteis…
-O por qué Jessica fue la única en no hacerlo –añadió Max.
-Es una niña… -Peter suspiró.
En realidad, era lógico que el Consejo tampoco supiera nada de eso; al fin y al cabo, no habían sabido nada del resto de la humanidad hasta el día en que nos estrellamos contra su mundo.
Me fui dando cuenta que estaba en un callejón sin salida. ¿Quién si no el Consejo podría solucionar mis preguntas?

Otro hombre, de cara alargada y de facciones marcadas, se levantó:
-Bueno, el pasado, pasado está, hablemos del futuro: yo opino que deberíamos conservar nuestro mundo. Pensad que Crystalraise no es una atracción turística, y si ellos –nos repasó a todos con una mirada perspicaz que no me gustó nada- revelan nuestro secreto, adiós Crystalraise. No sé mucho de los humanos, pero por mis recientos contactos, sé lo suficiente para deducir que tienden a pensar en si mismos y por su bien.
Algunos asintieron. Yo me sentí gravemente ofendida. ¡Pero si él derivaba de los humanos! ¡No éramos tan distintos! Sus aires de superioridad me indignaron.
Por otro lado, se inició en mí un dilema. Una parte quería quedarse en Crystalraise, con Will... y los demás; pero otra me pedía volver con mi família, a mi hogar, mi lugar, y en parte tenía razón: es lo que debía hacer, volver, no podía desaparecer, sería irresponsable e inmaduro. Pero… amaba tanto mi nueva vida… era injusto tener que escoger.
-Vamos, Dairyon –Max parecía asombrado –no pretenderás que no vuelvan a ver a sus seres queridos.
-Max –repuso el tal Dairyon- deberías pensar en el bien de Crystalraise. ¡No podemos arriesgarnos a quedar expuestos a unos desconocidos! Todo lo desconocido es enemigo.
Cada palabra, más odio. O sea que, según él, todos los demás habitantes en Crystalraise que él no conocía personalmente eran enemigos también, ¿no?
-¡No puedes retenerlos en contra de su voluntad! –explotó Max.
-Hmm, hmm –desde atrás nos llegó una voz débil; todos nos giramos hacia el sonido y vimos a una pequeña anciana, seca, en silla de ruedas. No supe cómo fue posible que nos mirase a todos a la vez-. No hace falta discutir… podemos… podríamos encontrar una solución intermedia…
-¿Ah sí, Galadryel? –ese hombre era antipático incluso con los ancianitos.
“¡Galadryel!”
-¿Qué proponéis, querida? –un hombre tan  arrugado como se levantó, a duras penas.
-Tú, Dairyon… quieres que Crystalraise… permanezca secreta… -sólo susurraba, pero su voz resonaba en toda la sala, absolutamente silenciosa. Empecé a temer por su salud - … y vós, Max… queréis su felicidad… quisiera… -tosió débilmente- …quisiera recordar que… El Olvidadero… aún disponemos de él… -y volvió a toser.
Supongo que no me hace falta explicar todos los significados posibles, todas las connotaciones a esa palabra que pasaron por mis pensamientos a la velocidad de la luz en ese instante, como diapositivas. Un zapping. Cómo todas me llevaron a la misma conclusión.

Y supongo que no me hace falta explicar el escalofrío que me invadió como un huésped no bienvenido. Creo que ya lo os lo podéis imaginar vosotros.