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N O V E D A D E S

º¡Capítulo 26!

ºNuevo relato corto: Senderos del destino.



lunes, 12 de noviembre de 2012

Capítulo 14

Leyendas

Esa noche dormí inquieta. Tuve varias pesadillas.
En una de ellas la bruja volvía al poder y lo arrasaba todo. Gritos. Sollozos. Pérdidas.
En otro, Jace intentaba salvarme de una corriente. Los dos nadábamos y nadábamos, pero no conseguíamos avanzar. Era muy frustrante.
En un tercer sueño, Will me odiaba. No hacía más que gritarme que lo hacía todo mal. Yo lloraba y le suplicaba que no me chillase, pero no funcionaba.
El despertador me rescató. Volví a la realidad. La bruja estaba lejos, Jace me salvaba y Will no me odiaba. Yo le caía bien, estaba segurísima, ¿por qué si no invitarme a la playa?
Ansiaba el encuentro y no sabía por qué. Cada segundo que transcurría era un segundo menos para estar con él… ¿qué me estaba pasando?
Afortunadamente, los investigadores que exploraron el submarino destrozado encontraron mi bolsa entre los escombros y pude recuperar mis todas pertenencias.
Entre ellas se hallaba el bañador de competición rosa y negro. Lo había metido por cuestiones simbólicas, pero me alegraba de haberlo añadido al equipaje.
Me lo puse y me vestí con una camiseta vieja que siempre llevaba para ir a la playa. Era gris, un color vacío, pero era muy cómoda y, como me llegaba hasta las rodillas, no necesitaba llevar pantalones. Luego hurgué dentro del armario de la habitación y encontré unas chanclas multicolores que combinaban de miedo con la camiseta. Gris y multicolor. Sin duda Will pensaría que la moda no era mi fuerte.
Lysa, mi enfermera, me trajo el desayuno a las nueve y media. Charlamos un rato. Descubrí que le encantaban los animales. Se encariñó mucho con Butterfly, así que le pedí si la podía cuidar aquel día. Accedió encantada y se marchó con una Butterfly de cara apenada a atender a otros pacientes.
Me lavé los dientes y bajé por las escaleras. Estaba demasiado nerviosa como para estar quieta en el ascensor.
Cuando llegué abajo, él ya me estaba esperando, deslumbrante.
Una sonrisa enorme se me plantó en la cara.
-Buenos días –saludó, sonriendo también- ¿preparada?
-Así es.
-Vamos entonces.
Cruzamos por una parte del pueblo que aún no había visto, supongo que era una especie de atajo, porque no había casi nadie por las calles.
Sentía su cuerpo justo detrás del mío, próximo. Con una mano me cogía del brazo –y me producía descargas eléctricas- y con la otra me señalaba el camino.
Cuando llegamos a la playa, me di cuenta de que estaríamos solos. Era una playita pequeña, aislada del mundo (aún más).
-No sabía que había más de una playa.
El día anterior habíamos pasado por la que debía de ser la playa “principal”. Estaba justo al lado del pueblo, al contrario que esta, y era mucho más grande.
-Me gusta más esta –dijo, acariciándome con la mirada-, es más mágica.
Yo también veía la magia. El lugar era precioso.
Nos dirigimos a unas rocas de la orilla y él se sentó. Se quitó la camisa, dejando a la vista su torso musculado.
-El agua está caliente -me invitó.
-Preferiría acabar primero con nuestras... cuentas pendientes.
-Bien –empezó, con voz pícara- este era el trato: tú me dices quién eres y yo respondo a todas tus preguntas.
-¿Empiezo yo?
Asintió divertido.
Y así supo Will quién era Jessica Nichols, hermana mayor de una niña nueve años y de uno de siete; hija de un guitarrista y una economista; una chica estrafalaria con pocos amigos, pero contenta consigo misma; una chica que solo conoció a una abuela; una chica que tocaba el piano desde hacía ya muchos años, y una campeona de natación.
Cuando terminé de explicarle mi vida, contándole cómo había muerto mi hámster, ya estaba harta de hablar.
-Ahora te toca a ti –le acusé con el dedo.
-Vale- dijo riéndose- ¿qué quieres saber?
Pensé un rato. Tenía miles de preguntas rugiéndome en las entrañas. Empecé por la más evidente.
-¿Cómo empezó esto? ¿Por qué existe este mundo?
-Mmm, sólo puedo explicarte las leyendas sobre eso, nadie sabe a ciencia exacta cómo ocurrió.
Me acerqué.
-Escucho.
Me sonrió cautelosamente, temiendo que pensara que estaba loco.
-¿Has oído a hablar de los vampiros?
¿En serio? ¿Vampiros? ¡Qué original!
-Ahá.
-La leyenda dice que hace mucho tiempo un vampiro, que era científico, se odiaba tanto por ser como era que construyó Crystalraise para no matar a nadie más. Pero tuvo la buena o mala suerte de, justo antes de bajar, enamorarse de una humana. Y ella también se enamoró de él, evidentemente. Los dos se aislaron juntos del mundo.
>>Una vez aquí, fueron felices, pero al cabo de un tiempo, se sintieron solos. Era un mundo muy grande para dos personas y sólo habían podido traer semillas de plantas. Así que, como él era científico, combinó sus dos ADN, creando una nueva especie. Se dice que eran tan bellos, fuertes y rápidos como los vampiros, pero que se alimentaban como los humanos, dormían, tenían sangre caliente, eran mortales y su corazón latía. En otras palabras, eran la especie perfecta.
>> A parte de eso, también creó otras especies de plantas y animales, basándose en los que ya conocía.
El vampiro y su mujer tuvieron una feliz y próspera vida transmitiendo a sus hijos todos sus conocimientos e investigaciones.
Pero no todo lo bueno dura para siempre.
Un día la mujer enfermó muy gravemente. Estaba a las puertas de la muerte. El vampiro entristeció tanto que ya no quería vivir, no sin ella. Así que cedió el poder de la inmortalidad a su amada y le regaló su vida. El vampiro murió, pero la mujer vivió. En memoria de su gran amor, juró velar por Crystalraise eternamente -hizo una pausa-. Aunque es solo una leyenda, vuestra llegada lo ha revolucionado todo –me miró acusador-, nos estáis haciendo cuestionar si dicha leyenda es cierta o no. Fíjate en nuestras diferencias: te sonrojas, pareces más frágil…
-¿Y los ojos también tienen que ver?
-No, pero es pura lógica. Aquí hay menos luz y los ojos claros se adaptan mejor a la oscuridad que los oscuros. Es una simple adaptación, una entre muchas otras.
No fueron imaginaciones mías cuando el día anterior durante mi paseo pensé que la gente me dirigía miradas calculadoras. Ahora lo entendía: les estaba haciendo cuestionar su existencia.
Entonces se me ocurrió una idea para averiguarlo.
-Podríamos probar si es cierta o no esa leyenda.
Me miró con curiosidad.
-Te escucho.
-Ya que, en teoría, sois tan fuertes y rápidos como los vampiros, haremos un pulso y una carrera.
Sonrió divertido.
-De acuerdo. Empecemos por la carrera, que no quiero destrozarte con el pulso -se rió de mi mala cara - Ven -nos dirigimos a la orilla, donde la arena estaba más mojada y dura y era más fácil correr.- La meta: esa roca de allí –me la señaló con el dedo.
No había más de cincuenta metros, sería fácil. Algunos días mis entrenamientos consistían sólo en correr.
Me puse a su lado, ignorando a mi corazón desbordado como un fugitivo que escapa.
Me preparé.
-Uno… -empezó él.
-Dos… -seguí.
-¡Tres! –dijimos a la vez, mientras esprintábamos.
Pero él no corrió, él desapareció y volvió a aparecer al otro lado de la playa. No creía lo que veían mis ojos.
Yo, corriendo al máximo, llegué como cinco segundos más tarde y cinco segundos eran muchos.
No me lo podía creer. ¡Existían! ¡Existían de verdad!
Yo estaba cansada, él como una rosa. Me sonrió, enseñándome sus dientes perfectos.
-Creo que no será necesario hacer el pulso.
-No… me lo…creo –dije, aún cansada.
-¿Sabes qué? Yo tampoco –se rió ante mis resoplos- anda, siéntate.
Me tumbé sobre la arena y miré el cielo, o lo que debía serlo. Mi verdadero cielo estaba kilómetros y kilómetros más arriba, pero yo necesitaba descubrir más, más y más.
-Cuéntame -le pedí ansiosa.
Se tumbó junto a mí, mirando al cielo.
-¿Qué quieres saber?
-Si el científico os enseñó sus conocimientos, no me cabe duda que calculáis el tiempo igual que nosotros, pero ¿cómo se hace de día y de noche?
-Hay un mecanismo en el corazón de Crystalraise que filtra la luz que viene del agua. Si allí arriba es de día, aquí es de día también; si es de noche, aquí es de noche.
Antes sólo había luz, pero no teníamos Sol. Ahora sí, nuestro Sol es la luz que ahuyenta a los Negros.
La estaba mirando, su luz, su Sol, su esperanza. Era hermosa y brillante. Blanca. La luz que vi el primer día. Entonces solo me fijé en que había un Sol y nada más. Ahora le tenía mucho más respeto.
Aquella luz, aquel Sol flotante, era la única esperanza de Crystalraise.
El último hilo de una piñata. Si tiras de él, todo se desmorona.
La anciana se estaba debilitando y cuando falleciera el Sol moriría con ella. Todo se oscurecería.
Tenía que haber alguna manera de derrotar a la bruja, de volver la paz a Crystalraise.
Si la anciana había podido ahuyentar su ejército negro, seguro que sabía cómo derrotarla. Tenía que hablar con ella y averiguar cómo vencer a la oscuridad que acechaba a mi nuevo hogar. Crystalraise no podía vivir atemorizada eternamente y como yo no había vivido la última catástrofe, no conocía los poderes de la bruja y no les temía.

También tenía cierta curiosidad por saber quién era esa anciana extraña que tenía poderes mágicos.

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