Crystalraise
Estuve seis días más en aquel hospital. Max me dijo que
pronto tendría que asistir a una reunión con “el consejo” para establecer qué
haríamos, ya que el submarino había quedado hecho polvo, no cuando chocó contra
el escudo sino cuando, por lo visto, entró en Crystalraise.
La reunión tendría
lugar en cuanto los otros miembros de la tripulación se recuperasen. Así que,
los dos días siguientes, me dediqué a pasear por ese mágico lugar.
Crystalraise era extraordinariamente bonito, nada
comparado con los lugares donde había estado antes. Había muy poca luz porque,
según Max, era artificial, ya que estábamos a tal profundidad que la luz del
sol ya no llegaba. Pero no entendía cómo la generaban. Miraba hacia arriba y
era como ver el sol, sólo que menos luminoso.
En cuanto a lo de abajo, era muy extraño. Estaba como
dividido en distintos apartados: el bosque, el pueblo, la playa e, incluso, una
pequeña montaña. El pueblo era el centro y parecía bastante grande.
Aunque tenía ciertas similitudes con mi mundo, sus
habitantes eran también diferentes, por no decir mejores. Eran otra
civilización. Eran muy... bonitos también. Había notado que eran todos muy
similares a Max. La misma piel blanca y suave, y los mismos ojos claros. No
había visto ni un sólo tono oscuro en todos los ojos que había visto allí. Eran
todos azules, verdes o de color miel, incluso había algunos que tenían los ojos
grises. Pero, raramente, no había ningún marrón chocolate o ningún marrón café,
que eran los colores más habituales allí arriba, incluidos mis ojos.
Todos sus rostros eran hermosos. Eran todos altos y esbeltos.
Me sentía incómoda, inferior. Quería pasar desapercibida, por primera vez.
Pero no eran fríos, durante los dos días que pude
contemplarlos, a ellos y a sus costumbres, reparé en que siempre se saludaban
amablemente y entablaban conversaciones agradables entre ellos. Naturalmente,
no hablé mucho con ellos, ya que era yo la extraña allí. Algunos de ellos me
saludaron con la cabeza, y otros me sonrieron, pero algunos me dirigieron
miradas frías, hasta algunas calculadoras.
El segundo día fui a ver el mercado, ya que el primero me
limité a observar el paisaje. No reconocí ninguno de los objetos o manjares que
vi. ¡Cómo era posible eso! Bueno, supongo que no tenía que sorprenderme, hasta
ahora todo había sido extraño e inusual.
Estaba observando un extraño objeto en una paradita,
cuando alguien pasó corriendo por detrás de mí y, sin querer, chocó conmigo,
haciéndome caer. Pero debía tener prisa, porque me dijo perdón apresuradamente
y prosiguió su camino.
De repente, se giró y me miró. Era una chica.
-Oye... ¿tú eres Jessica Nichols?
-¿Cómo lo sabes?
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