Max Gibson
-¿Que quién soy yo? Pues... cómo te lo explico... pero
primero, deberías ser consciente de dónde te encuentras -me dijo volviéndose
hacia mí.
Cierto, ¿dónde estaba? Había estado tan absorta
contemplando el paisaje y al desconocido que aún no me lo había planteado.
Parecía un hombre de unos treinta y cinco o cuarenta
años, y si era mayor no lo aparentaba, porque tenía la piel de la cara tersa y
de aspecto suave. Sus ojos grises de mirada penetrante me tenían fascinada;
aunque tenía la cabellera de un gris blanquecino, había cierta juventud en su
rostro, agradable y sencillo. Estaba sentado sobre mi cama.
-La verdad, no me lo había planteado todavía.
-Bien, empecemos... -dijo, pensativo- ¿qué recuerdas?
-… Íbamos a chocar contra un iceberg con el submarino… perdí
el control...
-Así que ¿no me equivocaba? ¿Manejabas el submarino tú
sola? - me interrumpió -. ¡Has venido con una tripulación de adultos completa!
-Sí, bueno, todavía no sé que les pasó -admití-. De
repente, todos se desmayaron, quedaron inconscientes.
-Mmmm… - ahora hablaba más bien para sí mismo, en un tono
tan bajo que casi no podía oírle - es posible que... no, definitivamente, no
podría haber pasado de esa forma...¿cómo? ¿por qué? No tienen razón, seguro que
no… Continua - me dijo finalmente-.
-De acuerdo... –intenté volver al pasado- entonces,
recuerdo borrosamente que cuando el iceberg y el submarino chocaron, el
submarino no se agujereó, sino que fue el iceberg quién salió malparado.
Después del impacto no recuerdo nada más porque empecé a sangrar y a sentir
mucho dolor y ya no era consciente de lo que ocurría en el exterior.
-Bien. No recuerdas mal, el... iceberg, como tú lo
llamas, tiene un agujero actualmente que nos está causando...bastantes
problemas, pero lo estamos reparando, así que no te preocupes.
-Espere... ¿dijo que les está causando bastantes
problemas? Eso quiere decir... ¿que estamos dentro del iceberg? ¿Y cómo puede
haber un iceberg a esta profundidad? Porque es un iceberg, ¿no? Se parecía
mucho...
-Pregunta por pregunta por favor. Eso con lo que tu submarino
chocó no es un iceberg, es una especie de... escudo, que hemos creado para
proteger nuestro mundo. Resulta útil porque estamos a tanta profundidad que nadie
nos encuentra y, aunque extrañamente haya acabado pasando, no había muchas
posibilidades de que un submarino chocase contra nosotros; pero al menos nos ha
servido para descubrir que es demasiado frágil.
Ahora mismo te encuentras dentro de él. Cuando tuvo lugar
el impacto, se oyó desde toda la ciudad y fuimos a ver qué había ocurrido.
Nuestros hombres más fuertes os llevaron hasta el hospital y aquí os han tenido
en observación. Supe que conducías tú el submarino porque tus
"heridas" eran diferentes a las de los demás. Sois tan diferentes...
hasta diría que somos especies distintas... los científicos a veces tenemos que
reprimir nuestros, mmm... deseos de experimentar, ¿sabes?
-¿Usted es científico?
-Algo así, sí. Modestia aparte, uno de los más célebres
de este pequeño mundo submarino.
-Entonces, me podrá aclarar cómo es posible que exista
esta incoherencia que contradice las leyes de la física -dije,
sarcásticamente-.
-Puede que sí, pero más adelante, cuando estés
completamente recuperada. Por ahora, dejemos esta conversación y descansa, que
todavía se te ve exhausta.
-Pero, ¡espere!
-grité-.
Tenía muchas
preguntas que hacerle... ¿Dónde nos encontrábamos geográficamente? ¿A qué se
debía el extraño dolor que me atenazó las entrañas? ¿Cómo se había creado ese escudo milagroso capaz de mantener toda una
ciudad con vida? ¿Cómo podíamos soportar la presión atmosférica? No estaba exhausta,
estaba impaciente, quería descubrir los misterios apasionantes que se escondían
en ese pequeño mundo. En ese instante, lo que más me importaba averiguar (ya
que era la clave para volver a la superficie) era cómo y por qué toda la
tripulación menos yo había quedado inconsciente instantánea y anormalmente.
-Ya hablaremos más tarde, te lo prometo, tienes mi palabra- me tranquilizó
mientras se levantaba de mi cama- ¡Qué descuido! No nos hemos presentado: me
llamo Max Gibson, pero puedes llamarme Max.
Me tendió la mano.
-Jessica Nichols, mis amigos me llaman Jess- respondí mientras encajábamos. Estaba
levemente más fría que la mía... y era muy suave.
-¿Podría saber tu edad? Tengo una ligera curiosidad.
-Tengo catorce - dije sonriendo-.
Nos soltamos las manos.
-¡Qué joven para hacer una expedición
tan peligrosa! Yo, de momento, -sonrió maliciosamente-, te diré que tengo cinco veces la tuya más
la mitad de tu edad multiplicada por tres.
Hice cálculos. No era mala en matemáticas. Si no estaba equivocada, Max
tenía... ¡91 años! Hasta ahora imaginaba que no pasaba de los cuarenta, incluso
le suponía más joven, pero ahora admiraba cómo se conservaba, incluso le
encontraba atractivo. Mi cara pasmada debió hacerle gracia, porque se rió.
-¡No será la
primera sorpresa que te encontrarás durante tu estancia aquí! -me sonrió
amablemente.
Me caía bastante
bien.
-Bien, debo irme
-se dirigió hacia la puerta.
-Espere...-quería retenerle de algún modo- al menos, dígame dónde estoy.
Abrió la puerta, se giró hacia a mí y, antes de salir e irse, me dijo:
-Estás en un lugar llamado Crystalraise.
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