Leyendas
Esa noche dormí inquieta. Tuve varias
pesadillas.
En una de ellas la bruja volvía al
poder y lo arrasaba todo. Gritos. Sollozos. Pérdidas.
En otro, Jace intentaba salvarme de una
corriente. Los dos nadábamos y nadábamos, pero no conseguíamos avanzar. Era muy
frustrante.
En un tercer sueño, Will me odiaba. No
hacía más que gritarme que lo hacía todo mal. Yo lloraba y le suplicaba que no
me chillase, pero no funcionaba.
El despertador me rescató. Volví a la
realidad. La bruja estaba lejos, Jace me salvaba y Will no me odiaba. Yo le
caía bien, estaba segurísima, ¿por qué si no invitarme a la playa?
Ansiaba el encuentro y no sabía por
qué. Cada segundo que transcurría era un segundo menos para estar con él… ¿qué
me estaba pasando?
Afortunadamente, los investigadores que
exploraron el submarino destrozado encontraron mi bolsa entre los escombros y
pude recuperar mis todas pertenencias.
Entre ellas se hallaba el bañador de
competición rosa y negro. Lo había metido por cuestiones simbólicas, pero me
alegraba de haberlo añadido al equipaje.
Me lo puse y me vestí con una camiseta
vieja que siempre llevaba para ir a la playa. Era gris, un color vacío, pero
era muy cómoda y, como me llegaba hasta las rodillas, no necesitaba llevar
pantalones. Luego hurgué dentro del armario de la habitación y encontré unas
chanclas multicolores que combinaban de miedo con la camiseta. Gris y
multicolor. Sin duda Will pensaría que la moda no era mi fuerte.
Lysa, mi enfermera, me trajo el
desayuno a las nueve y media. Charlamos un rato. Descubrí que le encantaban los
animales. Se encariñó mucho con Butterfly, así que le pedí si la podía cuidar
aquel día. Accedió encantada y se marchó con una Butterfly de cara apenada a
atender a otros pacientes.
Me lavé los dientes y bajé por las
escaleras. Estaba demasiado nerviosa como para estar quieta en el ascensor.
Cuando llegué abajo, él ya me estaba
esperando, deslumbrante.
Una sonrisa enorme se me plantó en la
cara.
-Buenos días –saludó, sonriendo
también- ¿preparada?
-Así es.
-Vamos entonces.
Cruzamos por una parte del pueblo que
aún no había visto, supongo que era una especie de atajo, porque no había casi
nadie por las calles.
Sentía su cuerpo justo detrás del mío,
próximo. Con una mano me cogía del brazo –y me producía descargas eléctricas- y
con la otra me señalaba el camino.
Cuando llegamos a la playa, me di
cuenta de que estaríamos solos. Era una playita pequeña, aislada del mundo (aún
más).
-No sabía que había más de una playa.
El día anterior habíamos pasado por la
que debía de ser la playa “principal”. Estaba justo al lado del pueblo, al
contrario que esta, y era mucho más grande.
-Me gusta más esta –dijo, acariciándome
con la mirada-, es más mágica.
Yo también veía la magia. El lugar era
precioso.
Nos dirigimos a unas rocas de la orilla
y él se sentó. Se quitó la camisa, dejando a la vista su torso musculado.
-El agua está caliente -me invitó.
-Preferiría acabar primero con
nuestras... cuentas pendientes.
-Bien –empezó, con voz pícara- este era
el trato: tú me dices quién eres y yo respondo a todas tus preguntas.
-¿Empiezo yo?
Asintió divertido.
Y así supo Will quién era Jessica
Nichols, hermana mayor de una niña nueve años y de uno de siete; hija de un
guitarrista y una economista; una chica estrafalaria con pocos amigos, pero
contenta consigo misma; una chica que solo conoció a una abuela; una chica que
tocaba el piano desde hacía ya muchos años, y una campeona de natación.
Cuando terminé de explicarle mi vida,
contándole cómo había muerto mi hámster, ya estaba harta de hablar.
-Ahora te toca a ti –le acusé con el
dedo.
-Vale- dijo riéndose- ¿qué quieres
saber?
Pensé un rato. Tenía miles de preguntas
rugiéndome en las entrañas. Empecé por la más evidente.
-¿Cómo empezó esto? ¿Por qué existe
este mundo?
-Mmm, sólo puedo explicarte las
leyendas sobre eso, nadie sabe a ciencia exacta cómo ocurrió.
Me acerqué.
-Escucho.
Me sonrió cautelosamente, temiendo que
pensara que estaba loco.
-¿Has oído a hablar de los vampiros?
¿En serio? ¿Vampiros? ¡Qué original!
-Ahá.
-La leyenda dice que hace mucho tiempo
un vampiro, que era científico, se odiaba tanto por ser como era que construyó
Crystalraise para no matar a nadie más. Pero tuvo la buena o mala suerte de,
justo antes de bajar, enamorarse de una humana. Y ella también se enamoró de
él, evidentemente. Los dos se aislaron juntos del mundo.
>>Una vez aquí, fueron felices,
pero al cabo de un tiempo, se sintieron solos. Era un mundo muy grande para dos
personas y sólo habían podido traer semillas de plantas. Así que, como él era
científico, combinó sus dos ADN, creando una nueva especie. Se dice que eran
tan bellos, fuertes y rápidos como los vampiros, pero que se alimentaban como
los humanos, dormían, tenían sangre caliente, eran mortales y su corazón latía.
En otras palabras, eran la especie perfecta.
>> A parte de eso, también creó
otras especies de plantas y animales, basándose en los que ya conocía.
El vampiro y su mujer tuvieron una
feliz y próspera vida transmitiendo a sus hijos todos sus conocimientos e
investigaciones.
Pero no todo lo bueno dura para
siempre.
Un día la mujer enfermó muy gravemente.
Estaba a las puertas de la muerte. El vampiro entristeció tanto que ya no
quería vivir, no sin ella. Así que cedió el poder de la inmortalidad a su amada
y le regaló su vida. El vampiro murió, pero la mujer vivió. En memoria de su
gran amor, juró velar por Crystalraise eternamente -hizo una pausa-. Aunque es
solo una leyenda, vuestra llegada lo ha revolucionado todo –me miró acusador-,
nos estáis haciendo cuestionar si dicha leyenda es cierta o no. Fíjate en
nuestras diferencias: te sonrojas, pareces más frágil…
-¿Y los ojos también tienen que ver?
-No, pero es pura lógica. Aquí hay
menos luz y los ojos claros se adaptan mejor a la oscuridad que los oscuros. Es
una simple adaptación, una entre muchas otras.
No fueron imaginaciones mías cuando el
día anterior durante mi paseo pensé que la gente me dirigía miradas
calculadoras. Ahora lo entendía: les estaba haciendo cuestionar su existencia.
Entonces se me ocurrió una idea para
averiguarlo.
-Podríamos probar si es cierta o no esa
leyenda.
Me miró con curiosidad.
-Te escucho.
-Ya que, en teoría, sois tan fuertes y
rápidos como los vampiros, haremos un pulso y una carrera.
Sonrió divertido.
-De acuerdo. Empecemos por la carrera,
que no quiero destrozarte con el pulso -se rió de mi mala cara - Ven -nos
dirigimos a la orilla, donde la arena estaba más mojada y dura y era más fácil
correr.- La meta: esa roca de allí –me la señaló con el dedo.
No había más de cincuenta metros, sería
fácil. Algunos días mis entrenamientos consistían sólo en correr.
Me puse a su lado, ignorando a mi
corazón desbordado como un fugitivo que escapa.
Me preparé.
-Uno… -empezó él.
-Dos… -seguí.
-¡Tres! –dijimos a la vez, mientras
esprintábamos.
Pero él no corrió, él desapareció y
volvió a aparecer al otro lado de la playa. No creía lo que veían mis ojos.
Yo, corriendo al máximo, llegué como
cinco segundos más tarde y cinco segundos eran muchos.
No me lo podía creer. ¡Existían!
¡Existían de verdad!
Yo estaba cansada, él como una rosa. Me
sonrió, enseñándome sus dientes perfectos.
-Creo que no será necesario hacer el
pulso.
-No… me lo…creo –dije, aún cansada.
-¿Sabes qué? Yo tampoco –se rió ante
mis resoplos- anda, siéntate.
Me tumbé sobre la arena y miré el
cielo, o lo que debía serlo. Mi verdadero cielo estaba kilómetros y kilómetros
más arriba, pero yo necesitaba descubrir más, más y más.
-Cuéntame -le pedí ansiosa.
Se tumbó junto a mí, mirando al cielo.
-¿Qué quieres saber?
-Si el científico os enseñó sus
conocimientos, no me cabe duda que calculáis el tiempo igual que nosotros, pero
¿cómo se hace de día y de noche?
-Hay un mecanismo en el corazón de
Crystalraise que filtra la luz que viene del agua. Si allí arriba es de día,
aquí es de día también; si es de noche, aquí es de noche.
Antes sólo había luz, pero no teníamos
Sol. Ahora sí, nuestro Sol es la luz que ahuyenta a los Negros.
La estaba mirando, su luz, su Sol, su
esperanza. Era hermosa y brillante. Blanca. La luz que vi el primer día.
Entonces solo me fijé en que había un Sol y nada más. Ahora le tenía mucho más
respeto.
Aquella luz, aquel Sol flotante, era la
única esperanza de Crystalraise.
El último hilo de una piñata. Si tiras
de él, todo se desmorona.
La anciana se estaba debilitando y
cuando falleciera el Sol moriría con ella. Todo se oscurecería.
Tenía que haber alguna manera de
derrotar a la bruja, de volver la paz a Crystalraise.
Si la anciana había podido ahuyentar su
ejército negro, seguro que sabía cómo derrotarla. Tenía que hablar con ella y
averiguar cómo vencer a la oscuridad que acechaba a mi nuevo hogar.
Crystalraise no podía vivir atemorizada eternamente y como yo no había vivido
la última catástrofe, no conocía los poderes de la bruja y no les temía.
También tenía cierta curiosidad por
saber quién era esa anciana extraña que tenía poderes mágicos.
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