Liam Kinsey
El chico parecía tener unos veintiún años, pero como todos
aquí parecían más jóvenes –la primera vez que vi a Max, le puse unos cuarenta
años, y resultó que tenía noventa…- le eché la edad de Jace, más o menos.
Como los demás le siguieron, les imité.
-¿Le conocéis? –le pregunté a Emily, aunque estaba claro que
sí.
-Es el hermano de Will –asintió.
¡Por eso me resultaba tan familiar!
Avanzamos por entre la multitud (sin saber cómo exactamente)
y el muchacho entró en una morada hecha polvo.
-¿De qué va esto, Liam? –preguntó Will, aún cogido de mi
mano.
Este se encogió de hombros mientras nos iluminaba con una
gran sonrisa pícara.
-Cuando os vi tan perdido pensé que me necesitabais.
Seguidme.
Nos condujo escaleras arriba. En los pisos de arriba los
muebles estaban aún más atrofiados que en el desván de la casa de mi abuela.
-Mmm, ¿Liam? –Se giró hacia Clair - ¿qué es este sitio?
-Ah, lo encontró Nicole cuando buscábamos un local para
ensayar.
-Nicole es su chica –susurró Emily.
No me extrañó, sólo bastaba con mirarle…
Subimos a un cuarto piso y luego salimos a lo que debía de
ser una especie de tejado.
Liam nos señaló un extremo y nos acercamos. Desde allí se
veía todo a vista de pájaro. Era
precioso e insólito, fascinante.
Un grande espacio cuadrado elevado hacía de escenario.
Encima, un grupo de cuatro personas hacían aparecer y desaparecer cosas de la
nada. Cambiaban de aspecto y les inducían hacer lo que se les antojaba.
Un mago se quitó su sombrero y lo puso encima del escenario.
Era negro, con una cinta violeta justo debajo de la copa.
Era exacto al sombrero de Johnny Depp en “Charlie and The Chocolate Factory”.
De repente, empezó a encogerse, encogerse y aplastarse… ¡y
boom!
Explotó, empezando a escupir fuego violeta hacia el cielo
azul. Y luego, con una preciosa elegancia, las llamas se fundieron en nieve que
descendió solemnemente.
El público estalló en aplausos y vítores. Yo estaba
flipando.
-¿No querréis quedaros aquí arriba marginados? –Preguntó
Liam –todavía no hemos llegado. Seguidme.
Se dirigió al extremo la terracita y empezó a rappelar hacia
abajo.
Cuando llegamos a la punta, Will bajó primero y me ofreció
su mano.
Descendimos unas tres cuartas partes de lo que antes
habíamos subido.
Al fin, cuando llegamos a un pequeño replano –más o menos
elevado a tres metros del suelo- y nos sentamos, podía ver infinitamente mejor
que desde ahí arriba. Todo estaba siendo tan mágico…
Podía percibir hasta el más insignificante detalle, no me
quería perder nada, estaba fascinada. En mi vida había visto espectáculo
semejante.
Entonces, desde esa perspectiva tan próxima, pude reconocer
a uno de los magos.
-¿Ese es…?
-Sí, Markson –dijo Liam -¿Jessica, verdad? Bienvenida al
juego –su sonrisa era pícara. Ambos hermanos la tenían igual.
Parecía que estaban montando el número final. Toda eran
chispas y fuegos artificiales –y no los fuegos artificiales a los que yo estaba
acostumbrada -. Luego, Markson se puso en medio, y con un soplido se lo llevó
todo, él y los otros tres magos incluidos. En su lugar, apareció una misteriosa
mujer.
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