El Edificio de la Justicia
Todos permanecieron callados. Yo… a mí me resultaba
imposible describir mis sentimientos. Parecía una de esas historias de fantasía
que me gustaban tanto, cuando me sumergía en mis libros. ¡Y es que tenía
profecía y todo!
Había alguien entre ellos que les salvaría de la catástrofe.
La verdad es que fue un alivio saberlo. Al menos, había una esperanza a la que
aferrarse. El problema era: ¿quién no temía a la hechicera? Puede que todos
quisieran acabar con ella ¿pero acaso no les paralizaría el miedo a la hora de
hacerlo?
De repente, la mujer desapareció entre una niebla densa azul
como sus ojos; el silencio quedó atrás.
Me pareció que, al igual que yo, también era la primera vez
que escuchaban la canción –y con ella la profecía-, así que no me sentí en desventaja ante las nuevas
noticias.
Todos rumoreaban sobre todo: los tiempos oscuros aún no
habían terminado, la luz se apagaba, pero había alguien entre ellos que podía
salvarles. La cuestión era: ¿quién? Estaba segura de que la misma pregunta
rondaba la mente de todos los presentes.
Esperamos a que la calle se despejara un poco y bajamos. Vi
que Liam saludaba a alguien en la lejanía y luego se despidió de nosotros para
ir a su encuentro.
-¡Hola Jessica!-. Me giré.
-¡Markson! –saludé.
-Oh, ¡sabes mi nombre! –Rió- me siento importante. ¿Qué tal
el espectáculo? ¿Te ha gustado?
-Gustar es quedarse corto… me habéis dejado sin palabras
–admití.
Sonrió aún más alegre.
-¡Vaya! ¿Sabías? Soy un miembro del Consejo. Cuando me
citaron dije: ¡yo la conozco! Supongo que nos veremos en… -miró su reloj de
pulsera- ¡madre mía, veinte minutos! Deberíamos darnos prisa.
¡Veinte minutos! ¡Pero qué rápido pasaba el tiempo allí!
Tenía la constante sensación que había algo en el mecanismo de Crystalraise que
hacía las horas más cortas, o al menos a mí me lo parecía… pero supongo que
sólo era eso, una impresión mía.
Miré a Will y a los demás, y a Will. ¿Cuándo volvería a
verles?
Kail se me adelantó:
-Mañana tenemos clase, pero…
-Podemos quedar por la tarde –fue Will quién lo sugirió. Me
entusiasmé absurdamente.
-De acuerdo –tampoco no quería que mis sentimientos me
delataran. ¡Me gustaban tanto mis nuevos amigos! No conseguí ocultar mi alegría
del todo, una sonrisa traidora me delató. Pero bueno, ¡tampoco esperaba poder
evitarla!
-¿Nos vemos mañana entonces? –Preguntó Claire- vendremos al
Hospital.
-Yupi… qué bien lo vamos a pasar… -añadió Ivy irónicamente,
mientras se marchaba caminando con pesadez y aburrimiento. ¿Pero que podía
haber hecho para disgustarla tanto? Jamás nadie me había odiado con tanta
rapidez y sin motivo aparente.
-¿Vamos juntos hacia el Edificio de la Justicia? –me invitó
Markson-, así no te perderás, esto debe ser un laberinto para un extranjero… además,
¡quiero conocerte! –Volvió a mirar su reloj- ¡pero rápido! ¡Quince minutos!
-¡Vamos, vamos! -no
quería llegar tarde a la reunión, estaba muy interesada en escuchar todo lo que
se tenía que decir, y además, no quería causar mala impresión.
Les dije adiós a los demás con la mano, pero deseando
abrazar a Will. Seguí corriendo al Markson apresurado que nos abría paso entre
el río de gente.
Parecía que todos los Crystalraisers –decidí llamar así a
los habitantes de Crystalraise- se concentraban en la gran calle del
espectáculo, ya que las demás estaban vacías y, según íbamos alejándonos de la
multitud, aún más desiertas.
Cada vez estaba más entusiasmada con la reunión. ¿Qué
pasaría con nosotros?
Mientras caminábamos, aún más preguntas me acribillaron la
mente:
-Markson… -empecé, tímidamente- ¿quién era la mujer que
cantó?
La verdad era que su historia me había conmocionado.
-Se llama Galadryel Greyone –asintió Markson. ¿Greyone? ¿De
qué me sonaba ese nombre? –Es la hermana de Anelisse-. ¡Claro! ¡Lo había dicho
en la canción!... ¡caramba! –era la vecina de tu amiga, Emily, y ahora vive con
ella; la acogió en su casa hace nueve años-. ¡Caramba!
No la conocía de nada, pero una ola de afecto invadió mi
corazón –y un gran respeto-. Emily me había hablado muy bien de ella (de “su
vecina”, sin darme nombres) y no dudé ni por un instante que se trataba de una
persona realmente admirable. ¡Y era la hermana de Anelisse!
Sin duda, tenía que hablar con Galadryel sobre la salvadora
de mi nuevo hogar.
-Dime, Jessica… -Markson interrumpió mis pensamientos- ¿a
qué temes?
La pregunta me extrañó. Fruncí el ceño mientras pensaba qué
responder. ¿A qué temía? Sentía su mirada perspicaz sobre mis hombros.
-No lo sé… - en verdad, y es algo de lo que me siento muy
orgullosa, nunca he sentido miedo. Nunca he tenido ocasión de enfrentarme a él,
ya que hasta entonces la vida me lo había puesto fácil-. Supongo que a
cualquier cosa que pueda hacerme miedo.
¡Vaya una respuesta estúpida!
Pero pareció que Markson la analizaba detenidamente, así que
supongo que para él no lo fue, aunque sí insólita, lo leí en su expresión.
Fue girar la esquina y empezar a sentirme incómoda. Y encima
me dio rabia porque ya sabía que me iba a pasar, y aún así, todos mis esfuerzos
para prepararme no sirvieron de nada.
Un gran edificio se asomaba elegante, sobresaliendo entre
los demás. Y justo en la entrada, había como una veintena de personas vestidas
con elegantes y extravagantes trajes. Me autofelicité por haberme cambiado de
ropa. Si me hubiera presentado ahí con ese vestido y esas chanclas…
Miré de reojo a Markson y vi que también iba de etiqueta,
como los demás. No me había fijado hasta ahora.
El vestir de etiqueta de los Crystalraisers era mucho más
elegante y bonito que el de los de ahí arriba, aunque también más extraño e
impresionante. Nada de camisa, corbata y esmoquin. Una larga toga, de cualquier
color, les llegaba por encima de las rodillas, y, fuera del color que fuera,
combinaba perfectamente con una camisa hecha de un material similar al algodón.
Los pantalones eran acampanados, blancos y parecían muy cómodos. Pero lo que
más me llamó la atención fue que todos llevaban en el cuello una cinta del
mismo color que la toga, que lucía elegante, como un símbolo de victoria,
importancia o inteligencia. Quise tener una.
Una sonrisa me levantó las mejillas cuando vi a Jace apoyado
en una de las grandes columnas de mármol, igualmente vestido informal como yo.
Cuando me vio se incorporó, esperándome. Fui casi corriendo
hasta él y le abracé. Siempre le abrazaba cuando le veía.
-¿Cómo estás? –le pregunté. Si no le habían dejado salir del
Hospital aquella tarde era por algo, y tampoco transmitía esa alegría tan suya.
-Mejor –su voz lo revelaba - ¿y a ti cómo te ha ido? –dijo,
mientras me despeinaba con la mano.
-¡Ni te lo imaginas!
Y mientras subíamos hasta la sala de reunión, sin darme
cuenta de que caminaba, me concentré solo en explicarle hasta el más
insignificante detalle de mi experiencia, tan sumida en mi relato que perdí la
noción de la realidad, caminando por inercia.
Sólo cuando terminé, reparé en que no me había fijado en
cómo era el Edificio de la Justicia, ni en los rostros de los miembros del
Consejo, y sólo cuando entramos en la sala me di cuenta que Max había estado a
mi lado durante toda la trayectoria, escuchándome.
La sala era enorme, ya os podéis imaginar; entre toda la
tripulación y los miembros del Consejo éramos aproximadamente sesenta personas.
Tampoco me había percatado que los demás también estaban
allí, el resto de la tripulación.
Vi al capitán Jack – quién siempre me recordaba al típico
capitán de un barco pirata, con su voz tan rugosa y su expresión dura. Parecía
de otra época y siempre nos trataba como ratas de cloaca: daba órdenes a
tutiplén y siempre sabía qué hacer, por estrafalaria que fuera la situación. A
menudo estaba de malas pulgas y su sonrisa, siempre irónica, aterrorizaba a
cualquiera, por eso casi nunca la compartía con nadie.
Pero a pesar de todo, me caía bien.
También vi al irritante Joe, con su peculiar estilo de vestir,
dándose aires de grandeza como siempre. Era quizás la persona más arrogante que
jamás ha pisado –y pisará- la Tierra, y no le soportaba.
Arrinconado en una esquina estaba Peter quién, aunque aún
era joven, parecía que ya había perdido algunos tornillos y parte de la
memoria. Memoria brillante en algún pasado lejano, según me habían dicho. Peter
era un completo misterio y que siempre estuviera en otra órbita no ayudaba a
descubrir quién era. Siempre nos desconcertaba con sus respuestas y la mayor parte del tiempo
parecía o bien estar en trance o estar en pleno ataque de pánico. Pero, por
insólito que pueda parecer, era uno de los mejores en su trabajo.
Y vi también a muchos más: Zach, Edwin, Marya, Paulle,
Dylan, Wendy, Angela, Charlie, Diegho, Cathelyn, Gendry, Harry, Dyna, Hilary…
los reconocí a todos.
Los que me vieron me saludaron con una sonrisa o bien con la
mano.
Poco a poco fuimos sentándonos, y las voces empezaron a
apagarse. A mi lado estaban Jace y Max; yo, estaba con los nervios quemándome
las entrañas.
Un silencio absoluto inundó la sala y un hombre de facciones
severas se levantó, dispuesto a hablar.
Tan bueno como los demás capítulos. ¡Sigue así, Silen! Ya echaba yo de menos un nuevo capítulo de Wild Ocean ^-^
ResponderEliminarYo también los hecho de menos haha... ¡y es que si el día tuviera 48 horas!
ResponderEliminarMe gusto, no lo habia leído y yo sigo tu historia lejanamente xD Pero en fin, esta tontaina va a comentar al fin xD ¡Muy bueno! Oye... El joe del rol no era así ¿O si? xD Me he asustado xD
ResponderEliminarYa sabes bien Silen que me fascina la forma en la que escribes, lo comparo con las dulces melodías, con la maravillosa poesía... Pero, sin embargo, jamás es suficiente. Tienes tu forma original de escribir, lo he dicho y lo repetiré... Magnifica escritora
ResponderEliminar~Ratón_de_Biblioteca~
@Mels: No!! Hahaha, es otro Joe... en realidad es ahora cuando he leído tu comentario que me he acordado que había otro Joe xD.
ResponderEliminar@Angie: Y tú ya sabes que me fascinan tus dedicatorias, son las que más me llegan al corazón ^.^ porque tu forma de escribir también impresiona!