Shock
Se trataba de un hombre de mirada prudente y perspicaz, con
unos labios secos y tez blanquecina. Su postura era autoritaria e inspiraba
respeto, supongo porque su puesto lo requería. Me invadieron tantas ganas de
escuchar lo que tenía que decir que callé inmediatamente, y Jace también.
Puede que fuera otra persona significativa, como Anelisse o
Galadryel, Max y Markson, importante en la política, ya que, pensándolo bien,
estábamos rodeados de políticos. Tal vez todos ellos habían sido importantes
algún día en la historia de Crystalraise.
Antes de que el hombre, que vestía con un elegante traje
verde oscuro, empezara a hablar, me di cuenta de que ni de mucho Will había
satisfecho todas mis preguntas; ese era mi momento, sólo debía tener un poco de
paciencia y esperar mi turno.
-Bienvenidos todos a la I reunión de sucesos extraños en
Crystalraise. –El hombre importante empezó a discursar, su voz era fría y
rígida-. Debatiremos qué sucedió exactamente con el escudo e intentaremos darle
solución. Empecemos por la descripción de los hechos e intentemos constatarlos.
Me tocó a mí hablar primero porque fui la única que
sobreviví al misterioso ataque que dejó a los demás inconscientes. Me pidieron
muchos detalles, pero no me fue fácil dárselos: recordar qué ocurrió
exactamente fue dura tarea y me costó distinguir la realidad de lo que imaginé.
Recordaba nítidamente la visión del iceberg acercándose –y
eso sí era real, los hechos lo demostraban-, así que la describí tan
detalladamente como pude; pero cuando chocamos contra Crystalraise, la ficción
y la realidad se mezclaron y esta última empezó a distorsionarse.
Había visto el fuego con mis propios ojos y lo había sentido
devorar mis venas, pero también era consciente que no puede aparecer un fuego
tan enorme como ese de la nada, encima estando rodeados de agua… y encima, sin
rastros de ninguna quemadura al despertarme.
Así que omití ese detalle y decidí contárselo a Max o a Jace
más tarde. No confiaba en esos desconocidos, sobretodo en algunos que me
miraban calculadoramente. Me incomodaba que todas las miradas en esa sala (que
eran muchas) estuvieran puestas sobre mí.
Pero una vez concluido mi relato, me sentí más a gusto.
Escuché con atención cada una de las versiones de los demás tripulantes; aunque
tuvieran inicios distintos (“estaba leyendo cuando…”, “creo que estudié un
rato…”), todas acababan igual: de repente, se habían despertado en un hospital
sin siquiera recordar cuándo se habían dormido.
Pero en el caso de Peter la historia fue diferente:
-La juventud nos podría haber salvado, ya que… ya que no
tenemos personalidad y… no, aún no… -aunque su mirada era perdida, como
siempre, su voz también siempre me fascinaba.
Emitía la consciencia y sabiduría que no transmitía su
expresión incoherente, pero yo siempre creía lo que me decía, aún y sabiendo
que probablemente estuviera loco. Pero no podía ignorar una vocecita interna
que me susurraba que lo que Peter decía no era nunca un disparate.
Después llegó el turno de las preguntas, que no logró
satisfacerme, porque no a todas se les dio respuesta.
Supe que, geográficamente, estábamos a miles y miles de
metros bajo el Caribe; que el científico se las había arreglado para que la
presión atmosférica no resultase un problema; que las estaciones eran las
mismas y el año tenía también trescientos sesenta y cinco días, aunque los
meses eran distintos: tenían veintiocho, treinta y treinta y un días como los
nuestros, pero sus semanas tenían diez, así que cada mes tenía tres semanas. ¡Y
yo que pensaba que las semanas eran largas!
Y los días se llamaban así: Monday –día de la Luna-, Tuesday
–día de Tiw, el dios germánico de la guerra-, Wednesday –día de Odín/Woden, el
dios de la sabiduría, la vida y la muerte-, Thursday –día de Thor, el dios del
rayo y trueno-, Friday –día de Frigg, la diosa de la belleza-, Baldday –día de
Baldr, el dios de la gentileza-, Brigday –día de Bragi, el dios de la sabiduría
y la elocuencia-, Forseday –el día de Forseti, el dios de la concordia y la
vamistad-, Saturday –día de Shabat,
descanso – y Sunday –día del Sol.
Por lo que descubrí, y aún no sabía, los nombres de los días
en inglés tenían raíces germánicas y, sin embargo, en los días españoles los
dioses eran romanos, no nórdicos.
Una semana nuestra era su semana lectiva y tenían tres días
de fin de semana.
Todas las preguntas más o menos científicas , pero las
cuestiones más inexplicables también sorprendieron al Consejo.
-En realidad –explicó un hombre llamado Julius- pensamos que
vosotros nos aclararíais un poco el asunto para poder deducir por qué os
desmayásteis…
-O por qué Jessica fue la única en no hacerlo –añadió Max.
-Es una niña… -Peter suspiró.
En realidad, era lógico que el Consejo tampoco supiera nada
de eso; al fin y al cabo, no habían sabido nada del resto de la humanidad hasta
el día en que nos estrellamos contra su mundo.
Me fui dando cuenta que estaba en un callejón sin salida.
¿Quién si no el Consejo podría solucionar mis preguntas?
Otro hombre, de cara alargada y de facciones marcadas, se
levantó:
-Bueno, el pasado, pasado está, hablemos del futuro: yo
opino que deberíamos conservar nuestro mundo. Pensad que Crystalraise no es una
atracción turística, y si ellos –nos repasó a todos con una mirada perspicaz
que no me gustó nada- revelan nuestro secreto, adiós Crystalraise. No sé mucho
de los humanos, pero por mis recientos contactos, sé lo suficiente para deducir
que tienden a pensar en si mismos y por su bien.
Algunos asintieron. Yo me sentí gravemente ofendida. ¡Pero
si él derivaba de los humanos! ¡No éramos tan distintos! Sus aires de
superioridad me indignaron.
Por otro lado, se inició en mí un dilema. Una parte quería
quedarse en Crystalraise, con Will... y los demás; pero otra me pedía volver
con mi família, a mi hogar, mi lugar, y en parte tenía razón: es lo que debía
hacer, volver, no podía desaparecer, sería irresponsable e inmaduro. Pero…
amaba tanto mi nueva vida… era injusto tener que escoger.
-Vamos, Dairyon –Max parecía asombrado –no pretenderás que
no vuelvan a ver a sus seres queridos.
-Max –repuso el tal Dairyon- deberías pensar en el bien de
Crystalraise. ¡No podemos arriesgarnos a quedar expuestos a unos desconocidos!
Todo lo desconocido es enemigo.
Cada palabra, más odio. O sea que, según él, todos los demás
habitantes en Crystalraise que él no conocía personalmente eran enemigos
también, ¿no?
-¡No puedes retenerlos en contra de su voluntad! –explotó
Max.
-Hmm, hmm –desde atrás nos llegó una voz débil; todos nos
giramos hacia el sonido y vimos a una pequeña anciana, seca, en silla de
ruedas. No supe cómo fue posible que nos mirase a todos a la vez-. No hace
falta discutir… podemos… podríamos encontrar una solución intermedia…
-¿Ah sí, Galadryel? –ese hombre era antipático incluso con
los ancianitos.
“¡Galadryel!”
-¿Qué proponéis, querida? –un hombre tan arrugado como se levantó, a duras penas.
-Tú, Dairyon… quieres que Crystalraise… permanezca secreta…
-sólo susurraba, pero su voz resonaba en toda la sala, absolutamente
silenciosa. Empecé a temer por su salud - … y vós, Max… queréis su felicidad…
quisiera… -tosió débilmente- …quisiera recordar que… El Olvidadero… aún disponemos de él… -y volvió a toser.
Supongo que no me hace falta explicar todos los significados
posibles, todas las connotaciones a esa palabra que pasaron por mis
pensamientos a la velocidad de la luz en ese instante, como diapositivas. Un zapping. Cómo todas me llevaron a la
misma conclusión.
Y supongo que no me hace falta explicar el escalofrío que me
invadió como un huésped no bienvenido. Creo que ya lo os lo podéis imaginar
vosotros.
El capitulo, como todos los otros, me maravillo... Poco a poco voy desvelando los misterios que esconde Crystalraiser y dándole respuestas, a veces, ilógicas a mis preguntas... Pero surgen incógnitas nuevas... Solo queda esperar y ver que ocurrirá. Ya sabes lo que digo, espero con ansias el siguiente pero pacientemente ^^
ResponderEliminar~Raton_de_Biblioteca~
Y tus comentarios, igual de maravillosos ~ ^.^
ResponderEliminar