Caminata
Y
volví a enfermar. Me subió la temperatura, nada más, pero tuve que quedarme en
la cama todo el rato, aunque en parte se debía a que los médicos Crystalraisers
no conocían del todo mi anatomía.
Enfermé de tanta actividad
cerebral, pensando todo el día, enfermé de nostalgia al ver que todo se
perdería y enfermé al darme cuenta, por encima de todo, que no podría entablar
amistad con ningún Crystalraiser, ni con Will. Sobretodo con él. Debía alejarme
de ellos y por eso enfermé.
Pero aún y sabiendo qué
debía hacer, me dejé llevar por mí misma al ver que todos ellos (Will, Emily,
Claire, Kail, Jace, Markson, Max… e incluso Ivy se asomó por allí) venían a
visitarme con frecuencia. Además, también conocí a los amigos de Liam, unos
tipos estupendos. Eirel, Marlock y Sinan. Y también conocí a su novia Grace,
quién también me cayó estupendamente. Parecía la chica popular del instituto,
pero sin darse cuenta de ello, humilde. En mi opinión, todas las personas
deberían ser como Grace. Pero había tantos y tantos tipos de diversidad…
Jace me visitaba por la
mañana, se tumbaba a un lado de la enorme cama y recordábamos anécdotas
divertidas de esos tantos años que habíamos pasado juntos. Me daba de comer y
cuando notaba que el sueño empezaba a embrumar la mente me cantaba la canción
que siempre me cantaba para animarme antes de cualquier competición.
Max y Markson también
venían por las mañanas y charlábamos los cuatro sobre Crystalraise y sobre cómo
era el mundo allí arriba. Y Markson nunca dejaba de sorprenderme con sus
preguntas (¿Cómo definirías tu personalidad? ¿Eres honesta contigo misma? ¿En
las ocasiones de peligro cómo actúas? ¿Qué es lo primero que piensas?). Pero
aún así me caía bien, como casi todos los Crystalraiser.
Y Max me fue revelando más
detalles de Crystalraise a cada visita, detalles que la hacían aún más
cautivadora. Sus festivales, sus manjares, las personas importantes, su
historia, sobre la Institución de enseñanza (el colegio)… era fascinante.
Incluso un día trajo un mapa y me enseñó cómo se llamaba cada rincón y por qué
era especial. A cada día que pasaba sentía más la sensación de conocer
Crystalraise como la palma de mi mano, como si hubiera nacido y crecido allí…
que me hubiera encantado.
Por la tarde venían los
demás, ya que por la mañana iban a clase. No todos venían cada día, pero Will y
Emily sí. Me hablaron de ellos y descubrí más sobre sus vidas. Emily tenía mi
edad, pero Will era un año mayor. Él vivía con sus padres y su hermano, y tenía
un tal yorukiws como mascota. Por
cómo me lo describió, supuse que era una especie parecida a los perros, pero
diferente en muchos aspectos. Era deportista como yo, pero era atleta, no
nadador. Y también tocaba un instrumento, el pawfryel, que esa vez no tuve ni idea de qué instrumento se
trataba. Era exasperante, aunque absolutamente normal, no tener ni idea de qué significaban algunas
palabras.
Siempre que venía a
visitarme se sentaba en mi cama y no me quitaba los ojos de encima desde
entonces, obligándome a rendirme a sus pies como su esclava, sin poder
evitarlo. Me entumecía los pensamientos con su voz y su aroma, y me avergonzaba
de mi misma cada vez que daba una respuesta estúpida.
como ya sabía Emily vivía
con Galadryel, , pero pasaba más tiempo fuera que dentro. Bailaba genial y
tenía una voz increíble. Pero sobretodo, como ya había descubierto, lo que se
le daba mejor era la gente. Tenía una empatía fuera de lo normal y se entusiasmaba
por cada nimiedad.
Pasaron las semanas y mis
propósitos no salieron bien: no conseguí alejarme de Will y, para rematarlo,
intimé con los demás. Claire y yo descubrimos que teníamos muchas cosas en
común y nos acercamos la una a la otra, dejó de ser tímida y se conviertió en
una de las mejores amigas que nunca había tenido; Markson me divertía con sus
preguntas extrañas y sus espectaculares trucos de magia; Kail me robaba
carcajadas con sus comentarios sarcásticos y sus chistes, y otros muchos
Crystalraisers más que conocí empezaron a robarme pedazos de un corazón que
engordaba a medida que entraban más y más Crystalraisers en mi vida.
Emily se conviertió en mi
mejor amiga y también le cayó muy bien a Jace. Veía cómo reían los dos juntos y
las largas conversaciones animadas que mantenían.
Y me dolía físicamente el
hecho de intentar alejarme de Will a pesar de no querer. Era tan elcuente, tan
atento, dulce, fuerte… no me parecía real.
Entre todos ellos
consiguieron alejar mis preocupaciones, las que me habían hecho enfermar. Al
cabo de poco tiempo me dieron el alta. Justo a tiempo, porque:
-Sí, cada año cuando
empieza la primavera organizamos una –Liam nos contagiaba a todos con su
espíritu aventurero- en el Bosque Encantado, al lado del lago. Son cinco días, durante
las vacaciones de Holly.
¡Nos íbamos de acampada!
Éramos un gran grupo: yo y
Jace, mis amigos, el grupo de Liam, algunos más de los cuales sólo sabía su
nombre y algunos adultos para supervisar. Unas veinticuatro personas.
Ya lo teníamos todo planeado:
yo dormiría con Emily. Las tiendas eran de dos así que… aunque deseara dormir
con Will –y viera cuánto habían cambiado mis intereses (y deseos…) en sólo un
mes de estancia en Crystalraise-, debía pensar en nuestro propio bien. Y
nuestro propio bien era no querernos el uno al otro, y no lastimarnos cuando yo
tuviera que marcharme para no volver nunca jamás.
Una parte de mí me pedía a
gritos que disfrutara de todo mientras pudiera, pero la otra contraargumentaba
diciendo que así sería menos doloroso. Tan mismo, yo no recordaría nada… pero
Will sí. Y yo no quería ser una persona egoísta.
De momento me centré en la
acampada que ocupaba el noventa por ciento de mis pensamientos, que tan
ilusionada me tenía.
Will me había dejado una de
sus enormes mochilas para meter todas las cosas que iba a necesitar durante
esos cinco días.
Esa fue la primera vez que
curioseé entre todas mis cosas desde la explosión, las cosas que habían
sobrevivido.
Metí unas siete mudas, un
bikini azul marino que me había dejado Emily y un par de toallas, ropa
interior, mi neceser naranja, unas sandalias y unas bambas de recambio, mi
pijama blanco y ropa de lana por si hacía frío por la noche.
Cuando iba a meter el
último jersey, algo cayó al suelo.
Era el diario que me había
regalado mi padre al ganar la expedición, para que escribiera el más mínimo
detalle de mi pequeña aventura submarina. La escena me vino a la mente…
No cabía en mí. ¡Había ganado! ¡Había ganado
de verdad! Notaba la mirada envidiosa de las demás clavada en la nuca, pero no
les hice ni caso. ¡Estaba eufórica! Jace, radiante, vino corriendo hacia la
escalera y me ayudó a subir.
-¡Jess! –gritó, mientras me asfixiaba con uno
de sus abrazos de oso. ¡No sabes lo orgulloso que estoy de ti! ¡Muy bien, muy
bien! Aunque en la última serie la técnica dejó que desear, ¿eh?
-Ah, ¡no seas aguafiestas! –bromeé- ¡Que
había más de dos-cientas nadadoras compitiendo!
-Lo sé, lo sé –me dio su beso de después de
cada competición. En la frente, siempre en la frente.
Entré al vestuario para cambiarme a toda
prisa para la ceremonia. Estaba temblando. Aún no lo creía…
*
* *
-… y en primer puesto y campeona juvenil del
estado de Georgia… ¡Jessica Nichols! –anunció un hombre por megafonia.
Subí tintineando al podio. Sonriendo, busqué
la mirada de mi padre entre la gente y lo vi allí, radiante de orgullo,
guiñándome un ojo. El hombre que entregaba las medallas me dio la enhorabuena,
nos dimos dos besos y me colgó la medalla del cuello. Me pensaba que eso era
todo, pero luego se acercó de nuevo con tres grandes trofeos y nos dio a cada
una el suyo. ¡Un trofeo! Lo único que había ganado hasta entonces eran
medallas…
-No se vayan, ¡que aún quedan más sorpresas!
–el hombre de la megafonia volvió a hablar- Señoras, señores, acabamos de
presenciar la competición estatal de natación femenina juvenil. Un total de
doscientas setenta nadadoras de la categoría han competido y nos sentimos
orgullosos al anunciar que esta edición ha sido la más participativa desde su
comienzo. Y el CNA acordó que, antes de la competición nacional, todas las
ganadoras estatales participarían en una expedición amistosa subacuática, una
especie de viaje de estudios. ¡Enhorabuena!
¡¿Qué?! ¡¿Una expedición?! ¡En un submarino!
¡Eso sí era una sorpresa!¡Con lo que me gustaba a mí el océano! ¡Ahora iba a
submergirme en él! ¡A explorar sus entrañas!
*
* *
-Jess, este es mi regalo de despedida –me
susurró papá, dándome un hermoso diario morado. Su tacto era suavísimo, como de
felpa –quiero que me escribas cada detalle, por tonto que sea, de tu aventura,
aunque seas la única adolescente que al final vaya, sé que lo pasarás
estupendamente.
-¡Gracias! –dije, casi llorando. Le abracé y
me besó el pelo.
Aún no había escrito nada.
Estaba en blanco. No lo habia hecho a drebe, esque se me había olvidado
completamente.
Cuando hube terminado de
llenar la mochila, fui a la habitación de Jace para ver cómo lo llevaba él y
por ayudarle si le hacía falta.
Pero cuando entré vi que ya
había alguien ayudándole.
-¡Jess! –exclamó Emily.
¿Cuándo había venido? Parecía sorprendida de verme ahí. ¡Si vivía justo al
lado! -¿ya tienes la maleta hecha?
Jace le pasaba prendas de
ropa y ella las metía. Asentí, desconcertada.
-¿Os ayudo? –pregunté,
inecesariamente.
-No hace falta –intervino
Jace- creo que casi hemos terminado.
Emily soltó una risita
nerviosa.
-¡Como si yéramos un mes de
viaje!
Me tumbé panza abajo sobre
la cama, al lado de la maleta.
-¿Em, tú ya has ido allí,
no?
-Ahá, -murmuró- ¡os va a
encantar, es un sitio precioso!
Estaba ausente y colorada.
¿Sobre qué podrían haber hablado Jace y Emily?
-¿De qué hablábais? ¿He
interrumpido algo?
-¡No! –dijo Jace, riendo –
me explicaba sus anteriores acampadas. ¡Son muy interesantes!
-Por cierto, ¿tú con quién
dormirás?
-¿Yo? Con Carl. Me he hecho
más amigo de él en este mes que de todos los miembros de la tripulación juntos.
¡Ah, sí! No lo recordaba.
Carl era el doctor que nos atendía. Como ya estábamos recuperados, supongo que
no tenía mucho trabajo después de mi enfermedad.
Él y Jace se parecían
enormemente. Tenían la misma edad y la misma complexión, y por lo que veía
también compartían aficiones. Se llevaban de maravilla.
Emily me pellizcó la
mejilla, imitando a una abuela pesada:
-Y yo con esta chica tan
guapa –beso en la mejilla. Ya había vuelto del más allá.
-¡Sí, qué ilusión! –y
estaba siendo honesta. Aquellos últimos días sólo había estado pensando:
¡Acampada! ¡Acampada! ¡Acampada! ¡Will! ¡Acampada!
Y había decidido ser dura
con Will. Hacía apenas un mes que lo había visto por primera vez y al día
siguiente había estado a punto de besarlo. Hubiera sido mi primer beso. ¡No era
así cómo iban las cosas! No era una experta en el tema, pero… ¿cómo podía ser
que en tan sólo veinticuatro horas me hubiera quedado prendada de él? Había
conseguido en un día lo que muchos chicos no habían conseguido en años. Eso era
de admirar.
Debía hacerme valer, si
quería ser inolvidable, y no tan sólo una aventura. Will no parecía de esos,
pero… bueno, ¡sólo lo conocía desde hacía un mes! “Cautelosa, se cautelosa”.
*
* *
-¿Todos preparados?
–preguntó Jack, el “guía” de la excursión. ¡Pues marchémonos!
No pude decir que no me
cansó la caminata. ¡Muy, muy larga! Y yo
que me pensaba que estaba acostumbrada al deporte… claro, todos eran el triple
de rápidos y fuertes que nosotros, tenían más facilidad. Aún así, Will y Emily
siguieron nuestro ritmo todo el rato, y con ellos Kail, Claire… e Ivy.
En esta ocasión ella no
estuvo callada todo el tiempo. Me ignoró, como siempre, pero estuvo hablando
como una carreta todo el tiempo, y empezó a gustarme el tono en el que hablaba.
Me gustaba su sarcasmo, era asombroso.
Aunque tampoco le presté
mucha atención. El paisaje la tuvo casi todo el trayecto. Exótico y tropical,
verde y multicolor. El camino era de una tierra que se fue haciendo verdosa a
medida que avanzábamos. Y a cada metro aparecían más y más árboles y plantas
que no había visto en mi vida. Notaba miradas silenciosas que seguían nuestros
movimientos dentro el espeso follaje. Oía sonidos y gritos, cómo se comunicaban
las especies entre sí, pero pude ver ninguna. ¡Quería verlas! ¡Seguro que eran
fascinantes!
Hacía la temperatura ideal,
cálida. Una brisa se deslizaba por entre nuestras pieles desnudas y los árboles
nos proyectaban enormes sombras que nos protegían del sol. Todos íbamos en
tirantes. Pero seguro que durante la noche refresacaba mucho más.
El paisaje me tenía tan
cautivada que no hablé en todo el trayecto –aunque en parte se debía a que
debía guardar mi aliento en continuar caminando- y no noté que Will estaba
demasiado cerca de mí. ¿Cómo podía ser que le hubiera gustado tan rápidamente?
Había gato encerrado. O no… puede que le hubiera gustado y punto. Estaba tan
acostumbrada a no gustarle a nadie que me sorprendió. ¡Pero también era posible
que sólo estuviera siendo amable! Aunque había estado a punto de besarme hacía
semanas en la playa…
-No estás muy habladora
Jess- observó Emily.
-Si tuviera… vuestros
dotes… de vampiro… -jadeé- puede que… me sobrara aliento… para hablar…
-Tranquila, ¡haha! –rió
Kail – tú respira tranquila.
-Tenemos que mantener buen
ritmo, si no oscurece antes de que lleguemos –Will me iluminó con su sonrisa.
Genial. Lo único que me quedaba era que me faltara el aliento –falta menos de
la mitad para llegar –me rodeó con su brazo musculoso para ayudarme a caminar
más rápido. ¿Por qué tenían que tener tanta fuerza? Me sentía tan inferior a
ellos…
Pero me sentía feliz al
oírlos cantar canciones de marcha y al reírse alegres, me sentía orgullosa de
ser su amiga.