Todo era como en sus sueños, y de un extraño tono pastel. Era... muy dulce, en el sentido literal de la palabra. Todos te iluminaban con una sonrisa, no había hipocresía, ni frialdad; todo era cálido y encantador. Había música, y los pueblerinos se saludaban entre sí -allí todos se conocían-.
Era el pueblo dónde todos desearían vivir, era Spectre de Big Fish, no, era aún mejor; también insólito, sublime.
Pero cuando abrió los ojos, aún seguía muerto.
Martina Llop Salas
Artà
02-12-2012
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